Recuperación de la esencia de la salvación a través de la fe y la gracia – Pastor David Jang

Tema 1: El fundamento de la soteriología – La relación entre la Ley y la Promesa

Al exponer Gálatas 3, el pastor David Jang ilumina el cimiento de la soteriología cristiana mediante dos pilares: la “Ley” y la “Promesa (Pacto)”. En Gálatas 3, Pablo refuta, dirigiéndose a los creyentes gentiles de Galacia, la falsa doctrina que proclamaba la salvación por la observancia de la Ley. El apóstol subraya que la “Promesa” (Pacto) dada a Abraham precede a la Ley y que, en esencia, la salvación depende de la promesa de Dios y de la fe en ella.

Para abordar este asunto, el pastor David Jang muestra primero la perspectiva general de la Biblia. La promesa que inicia con el llamado de Abraham en Génesis 12 se cumple plenamente en el Nuevo Testamento por medio de Jesucristo. Así se evidencia que la vía para ser justificado mediante dicha promesa existía ya en tiempos de Abraham, quien creyó en Dios 430 años antes de que se diera la Ley (Gn 15:6) y, por esa fe, le fue contada justicia. Mucho antes de la aparición de la Ley, por tanto, el paradigma de la “justificación por la fe” ya estaba en vigor.

La Ley se entregó tras el éxodo, mediante el pacto del Sinaí, pero no con la intención de anular ni modificar el pacto de Abraham. Según explica el pastor David Jang, Pablo recalca en Gálatas 3:19 que la Ley fue “añadida a causa de las transgresiones”, lo que significa que permite identificar el pecado como tal y exhibe cuán incapaz es el hombre ante Dios. La frase “encerrados bajo la Ley” no indica que ésta oprima o prive de libertad, sino que, hasta la venida de Cristo, actuó como “ayo” (Gá 3:24) para proteger a la humanidad pecadora y conducirla a la conciencia de su culpa.

El pastor David Jang no niega la Ley en sí misma, sino que insiste en que jamás fue el medio original de salvación. Carece de poder para salvar; únicamente regula el pecado y muestra que el ser humano no puede alcanzar la justicia por su propio esfuerzo. La Promesa, en cambio, refleja la gracia soberana y unilateral de Dios. El pacto con Abraham precedió a la Ley y se cumple en un único “descendiente”, Cristo. Esa promesa es la base para que la humanidad quede libre del pecado y se acerque a Dios, siendo la Ley el maestro que nos guio hasta que la promesa llegara.

De este modo, el pastor David Jang señala que la Biblia enseña cómo la salvación no proviene de las “obras” sino de la “fe”, es decir, de la fe en la Promesa. Tal es el núcleo del evangelio. Si se pierde de vista esta verdad central, se cae en legalismo, se debilita la gracia de la cruz y, al final, se desvirtúa la esencia de la fe cristiana.

Tema 2: El pacto de Abraham y la justificación a través de Cristo

El pacto de Abraham constituye el punto de partida de la salvación. El pastor David Jang subraya el acontecimiento en que Abraham fue justificado por Dios (Gn 15:6) antes de la Ley. Aun sin hijos, recibió la promesa de que su descendencia sería tan abundante como las estrellas, y al creerla, Dios se lo consideró justicia. Esto no sucedió mediante la Ley ni obras, sino que fue el fruto de la confianza en la promesa. Así nace un “nuevo paradigma” en el que fe, promesa y gracia confluyen, avanzando a través de la historia de Israel y llegando a plenitud en Jesucristo.

El pastor David Jang describe con detalle cómo Pablo articula esta idea en Gálatas 3, Romanos y Hebreos. Pablo interpreta que la “descendencia” del pacto de Abraham no designa a una multitud, sino a una sola persona (Gá 3:16). Ese descendiente es Jesucristo, por cuyo medio la promesa se extiende a todo el género humano. Visto así, el pacto con Abraham no es un tratado reservado a los judíos, sino el plan universal de Dios para redimir a la humanidad.

El núcleo de este evangelio nacido del “descendiente”, Cristo, consiste en la justicia que se alcanza por la fe. El problema del pecado, insoluble para la Ley, se soluciona en Cristo. Así como Abraham fue justificado por confiar en la promesa, ahora toda nación puede ser justificada creyendo en Jesucristo. Esto supera la barrera entre judíos y gentiles, evidenciando que la salvación no parte de la circuncisión o de las obras de la Ley, sino de la gracia que se deriva de la cruz y la resurrección de Cristo.

El pastor David Jang se refiere a esta realidad como “un camino de salvación que empieza en la gracia y culmina en la gracia”, indicando que el pacto de Abraham fue tanto el punto de partida como el anticipo de ese camino. Al igual que la promesa dada a Abraham fue un obsequio de gracia, también nosotros recibimos la justicia en Cristo con los mismos principios. Así, la Iglesia se convierte en una comunidad descendiente de Abraham que abarca a la humanidad entera, y cada creyente, revestido de la justicia de Cristo, adquiere un estatus de hijo de Dios e ingresa en Su familia.

Tema 3: La justificación por la fe y la imposibilidad de cumplir la Ley

El centro de la fe reside en la “justificación del pecador”, y esta se obtiene por fe, no por la observancia de la Ley. El pastor David Jang enfatiza que la Ley, al ordenar “haz esto” o “no hagas aquello”, define el pecado con nitidez, pero el ser humano es incapaz de obedecerla por completo. Lo vemos en las enseñanzas de Jesús, quien extiende la demanda de la Ley al interior, señalando que “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Por tanto, no basta un cumplimiento externo, pues se exige la obediencia absoluta del corazón y la mente, algo inalcanzable para las capacidades humanas. Aquí la Ley se erige en un muro insalvable que frustra a quien intenta lograr la justicia a través de ella.

Pablo describe esta situación señalando que “la Escritura encerró todo bajo pecado” (Gá 3:22). Mediante la Ley, todos quedan atrapados en el pecado, sin poder liberarse por sus fuerzas. Así se revela que la Ley no actúa como vía de salvación, sino como manifestación del pecado. Ante esta realidad, brilla el evangelio de Cristo. Por la fe, se rompen las cadenas del pecado y uno queda libre de la culpa que la Ley exhibe. Esto coincide con la palabra del profeta Habacuc: “Mas el justo por su fe vivirá” (Hab 2:4), que Pablo toma como eje de su doctrina sobre la salvación.

El pastor David Jang resalta la naturaleza genuina de la fe. No se limita a la aprobación intelectual o a la emoción, sino que se basa en una confianza total en Jesucristo, quien murió en la cruz por nosotros. Por esta fe, la justicia (δικαιοσύνη) de Cristo nos es imputada, y nos presentamos justos ante Dios. Una vez justificados, ya no hay por qué soportar el peso de la Ley, pues hemos recibido la condición de hijos para servir a Dios con libertad y gozo.

Así, el pastor David Jang expone con claridad el principio de la justificación por la fe y corrige cualquier pretensión de salvación basada en la Ley. Tal corrección conduce a la comunidad cristiana a recobrar la esencia del evangelio y a desechar todo intento de alcanzar la salvación a través de esfuerzos o méritos humanos, inaugurando una vida genuinamente evangélica, sostenida por la gracia y la fe.

Tema 4: La santificación y la libertad por medio del Espíritu Santo

La justificación no sólo cambia el estatus del creyente; también transforma su vida cotidiana. El pastor David Jang pone de relieve el papel del Espíritu Santo en esta dinámica. Luego de comprender la relación entre Ley y Promesa, y el principio de la justificación, se abre paso a la santificación por el Espíritu: el fruto y plenitud de la fe. Gálatas 5-6 y Romanos 8 ilustran cómo el Espíritu Santo guía a los creyentes justificados a una existencia renovada.

El Espíritu Santo mora en el corazón de los creyentes, posibilitando una transformación inalcanzable por la fuerza humana. Bajo la Ley, los hábitos pecaminosos no pueden romperse, ni es factible erradicar pecados ocultos como la codicia o la lujuria. Sin embargo, con la presencia del Espíritu Santo, la transformación surge desde lo profundo. El Espíritu escribe la ley de Dios en la mente (Jer 31:33, Heb 10:16) y se convierte en el manantial de poder que produce, de manera natural, obras buenas y una existencia justa.

El pastor David Jang subraya la “libertad interior” que se experimenta en la santificación por el Espíritu. El creyente ya no está bajo el yugo de la Ley ni hace el bien para eludir castigos; ahora, como hijo de Dios, obedece por amor y gratitud. El Espíritu Santo concede libertad, y con ella, la posibilidad de amar, servir y practicar buenas acciones. Esto difiere esencialmente del enfoque legalista. Antes uno se esforzaba por observar normas externas; ahora, el creyente renovado por el Espíritu obedece de manera gozosa y espontánea.

Además, la santificación por el Espíritu no sólo conlleva un cambio individual, sino que se extiende a la restauración comunitaria y cósmica. El pastor David Jang conecta Romanos 8 con la esperanza universal que anhela “la manifestación de los hijos de Dios”. Por la obra del Espíritu, los creyentes colaboran en la liberación de la creación. El fruto del Espíritu (Gá 5:22-23) describe el proceso de asemejarse a Cristo, formando parte, en última instancia, del proyecto divino de restaurar todo lo creado.

Tema 5: La teología de la unidad – Derribando el muro entre judíos y gentiles

Basándose en la soteriología, la pneumatología y en la fe centrada en el pacto de Abraham, el pastor David Jang recalca la unidad de la Iglesia. Al cierre de Gálatas 3, Pablo declara: “Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá 3:28). Este mensaje va más allá de la salvación individual y pone de relieve la fuerza de reconciliación y unidad que el evangelio ofrece a nivel comunitario y cósmico.

El pastor David Jang aprovecha este pasaje para enfatizar que, en la Iglesia, no hay cabida para racismo, barreras sociales ni discriminación de género. Los legalistas exigían a los gentiles la circuncisión y la adopción de la cultura judía, restringiendo su acceso a la salvación. Sin embargo, Pablo reinterpreta el pacto de Abraham como una promesa internacional y universal. Por medio del único “descendiente”, Jesucristo, el pacto se expande a todos los pueblos, permitiendo a los gentiles ser, por fe, herederos de Abraham.

Esta teología de “derribar muros” se vincula con Efesios, donde se menciona el muro de separación que fue demolido (Ef 2:14-16). Las divisiones legales, el nacionalismo excluyente y las brechas culturales se desvanecen ante Cristo. La Iglesia deviene el lugar donde personas de procedencias variadas se unen en una misma fe, un mismo bautismo (Ef 4:5) y un mismo evangelio, constituyendo la familia de Dios. Esa unidad no se queda en la teoría, sino que exige la acogida, el amor y el servicio concreto.

A través de esta visión de unidad, el pastor David Jang muestra que el evangelio no se circunscribe a la salvación del alma individual, sino que renueva las relaciones sociales y persigue la reconciliación y la paz de la humanidad. El evangelio traspasa fronteras geográficas, étnicas y culturales, transformando el odio y la enemistad en reconciliación y perdón. Éste es uno de los ministerios que el pastor David Jang resalta y, en sentido espiritual, el “lugar prometido” del pacto de Abraham se convierte en el Reino de Dios, donde habitan todos los que creen.

Tema 6: La restauración escatológica y la misión de la Iglesia

Por último, el pastor David Jang concluye enmarcando el tema en una perspectiva escatológica. La promesa inaugurada con el pacto de Abraham, que cobra vida en Jesucristo para justificar a los creyentes, y la santificación obrada por el Espíritu, apuntan hacia la restauración de la humanidad y de la totalidad de la creación. Esta esperanza se relaciona con la escatología: la creación entera aguarda la revelación de los hijos de Dios (Ro 8:19), y todo ser alaba y adora a Dios declarando “Santo, Santo, Santo” en la escena gloriosa de Apocalipsis 4, lugar al que la Ley nunca podría llevarnos. Esto implica que la salvación rebasa la cuestión individual del pecado y abarca la restauración universal.

Dentro de este horizonte escatológico, la misión de la Iglesia asume un nuevo realce. El pastor David Jang señala que si la Iglesia se desvía predicando un “evangelio diferente” o cayendo en el legalismo, la cruz pierde su potencia y la esencia de la salvación se desvanece. Las doctrinas heréticas, la insistencia excesiva en el legalismo y el exclusivismo cultural terminan por alejar a la Iglesia del poder vivificante del evangelio, empañando la promesa de restauración que Cristo dejó.

Por el contrario, cuando la Iglesia permanece firme en el verdadero evangelio y vive la alegría y la libertad de la justificación por la fe, se convierte en una comunidad peregrina que transita este mundo como morada temporal, con la vista puesta en la patria celestial. En esa trayectoria, la Iglesia da testimonio anticipado del Reino de Dios que se manifestará en plenitud. A través de vidas e iglesias transformadas por el Espíritu, se insinúan señales del Reino, invitando a la gente a descubrir el camino de la vida eterna, la senda de la fe y el sendero de la gracia.

La Iglesia que aguarda la restauración escatológica saborea ya la libertad del pecado y de la presión de la Ley, y con esa libertad sirve, ama y encarna los valores del Reino de Dios. El pastor David Jang subraya que si la Iglesia permanece fiel a la esencia del evangelio, avanzará con constancia en su peregrinación de fe hasta la Ciudad Celestial, sin caer ni detenerse.

En esta esperanza escatológica se enlazan todos los elementos: la Promesa y la Ley, Abraham y Cristo, la fe y la justificación, el Espíritu y la santificación, además de la unidad de la comunidad y la restauración del universo. Todo converge en Cristo, y la Iglesia, centrada en Él, contempla el glorioso destino prometido: el Reino eterno de Dios. Un Reino al que se accede no por la Ley ni por méritos humanos, sino tan sólo por la gracia y la fe, y cuya proclamación constituye la gran misión de la Iglesia.

Conclusión

La explicación del pastor David Jang sobre la salvación, basada en Gálatas 3, encierra amplias luces teológicas que atraviesan toda la Escritura. Mostrando la relación entre la Ley y la Promesa, expone la antigüedad de la gracia divina y el hecho de que el paradigma de la justificación por la fe ya estaba presente en la época de Abraham. La Ley no salva, sino que revela el pecado, en tanto que la salvación se obtiene únicamente mediante la fe en Cristo. Quienes creen en Él son justificados, reciben el Espíritu y gozan de libertad, formando parte de una comunidad unida que trasciende toda diferencia racial, de género o estatus social. Esta unión, además, presagia la restauración universal que promete la escatología bíblica.

En definitiva, el pastor David Jang hace hincapié en la importancia capital y la pureza del evangelio. Reitera con fuerza la necesidad de alejarnos de cualquier “evangelio diferente” y de aferrarnos a la promesa otorgada por la cruz y la resurrección de Cristo. Esta convicción teológica libera a la Iglesia de los grilletes del legalismo y la impulsa a una adoración plena, a vivir bajo la guía del Espíritu Santo, a amar y a servir, y a emprender el camino de la fe hacia la patria celestial. De esta manera, la Iglesia participa como heredera de la promesa y colabora con el plan glorioso de Dios para el mundo, irradiando hoy la luz del evangelio genuino.

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