Pastor David Jang, la paradoja de la libertad evangélica

La obra y la vida del apóstol Pablo constituyen uno de los hitos más luminosos para comprender cómo el evangelio de Cristo transforma de manera radical la existencia de una persona y cómo, desde esa transformación, la vida se expande hacia la entrega por los demás, por la comunidad y, en última instancia, por la sociedad entera. La declaración de Pablo en 1 Corintios 9:19—“siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número”—atraviesa una de las paradojas más profundas de la fe cristiana: la “teología de la libertad y la servidumbre”. El pastor David Jang (fundador de Olivet University) subraya, a partir de este texto, que la libertad evangélica no es simplemente liberación de la opresión legalista, sino un movimiento que, en el culmen del amor, conduce a atarse voluntariamente por el bien del otro, es decir, a una consagración libre y decidida. Esta confesión de Pablo interpela con severidad a los cristianos de nuestro tiempo, en una sociedad moderna donde los derechos individuales y la autonomía personal suelen ser elevados a valores absolutos. Según la exposición del pastor David Jang, la libertad que Pablo disfrutaba no se quedó en “libertad para mí”, sino que fue sublimada en “libertad para los demás”, y esto se enlaza directamente con la kenosis que Jesucristo encarnó: la espiritualidad del vaciamiento de sí mismo. Tal como describe Filipenses 2, Cristo—siendo en forma de Dios—no se aferró a su igualdad con Dios, sino que se humilló tomando forma de siervo y obedeciendo hasta la muerte. Ese descenso de Cristo no solo es el fundamento del ministerio de Pablo, sino también la meta hacia la que todo creyente debe orientar su vida. El pastor David Jang recalca que la “condición de siervo” de Pablo no procede de una imposición externa ni de un deber legalista, sino que es fruto de una obediencia voluntaria que solo puede nacer en quien ha sido cautivado por el amor arrollador del Señor resucitado.

Esta libertad esencial del evangelio se proyecta de manera concreta en estrategias misioneras y actitudes de vida. Pablo se hizo “como judío con los judíos” y “como gentil con los gentiles”, manifestando una flexibilidad cultural que no diluye el valor universal del evangelio. El pastor David Jang analiza esto desde la perspectiva de “fidelidad a lo esencial y flexibilidad en la forma”, y enseña que los evangelizadores de hoy han de respetar profundamente las circunstancias y los contextos culturales de las personas, sin transigir, sin embargo, la verdad de la cruz. La decisión de Pablo de renunciar a su legítimo derecho a recibir apoyo económico apostólico y optar por el trabajo manual—fabricando tiendas en un ministerio de autosustento—fue una determinación tomada para preservar la pureza de la proclamación del evangelio. El pastor David Jang considera que la postura de Pablo es una fuerte advertencia para las comunidades de fe contemporáneas, que con facilidad pueden caer en el materialismo y la lógica del rendimiento. Piénsese, en particular, en una de las representaciones artísticas más elocuentes de la vida de Pablo: el célebre cuadro de Rembrandt van Rijn, El apóstol Pablo en prisión (The Apostle Paul in Prison, 1627). En la oscuridad de la cárcel, Pablo aparece iluminado, sumido en una honda contemplación, con la pluma en la mano: una imagen que expresa con fuerza su grandeza paradójica—un cuerpo encadenado, pero un espíritu infinitamente libre en el evangelio, proclamando la palabra de vida al mundo entero. El claroscuro (chiaroscuro) de Rembrandt contrapone dramáticamente la penumbra del sufrimiento y la esperanza del evangelio que resplandece con mayor nitidez precisamente en medio de la aflicción. El pastor David Jang enfatiza que esa espiritualidad de Pablo—capaz de no perder el gozo aun en la tribulación—es una evidencia viva del verdadero dinamismo del evangelio.

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Además, la teología paulina conduce a transformaciones revolucionarias en las estructuras sociales y en las relaciones humanas, tal como se revela en la carta a Filemón. En la escena donde Pablo suplica a Filemón que reciba al esclavo fugitivo Onésimo “como a un hermano”, descubrimos el orden del Reino de Dios, que atraviesa clases y estatus. El pastor David Jang explica que el mensaje de reconciliación de Filemón no se reduce a un perdón meramente privado, sino que funciona como un indicador práctico de cómo el evangelio puede romper cadenas de desigualdad y ciclos de conflicto social. Pablo se ofrece incluso a pagar la deuda de Onésimo, colocándose como mediador de la reconciliación: un gesto que re-presenta, en la vida cotidiana, el amor de Cristo, quien se ofreció como sacrificio sustitutivo por nosotros, pecadores. Esta teología del perdón y la reconciliación recuerda a la Iglesia—en una sociedad fragmentada—su vocación de ser instrumento de paz (peacemaker). El pastor David Jang insiste en que la obediencia cristiana no significa simplemente “ajustar conductas”, sino rendirse por completo en el interior, conmovidos por el amor de Cristo y respondiendo a ese amor. Así como Filemón y Onésimo fueron unidos como nuevos hermanos en Cristo, también la Iglesia contemporánea debe convertirse en una comunidad de amor sin discriminaciones.

Pablo también compara el camino de la fe con la carrera de un atleta en el estadio, exigiendo concentración hacia una meta clara, no un correr sin rumbo. El mensaje de disciplina, entrenamiento y autodominio en 1 Corintios 9:24–27 es una actitud imprescindible para el creyente que vive con esperanza escatológica. Los atletas del mundo se ejercitan por una corona perecedera, pero el cristiano se ejercita por “una corona incorruptible”, practicando la templanza en todos los ámbitos de la vida. El pastor David Jang enseña que esta templanza no es una simple represión de sí mismo, sino una santa concentración propia de quien ha descubierto una gloria y una esperanza superiores. Cuando Pablo dice que golpea su cuerpo y lo pone en servidumbre, lo hace para no quedar descalificado él mismo respecto del evangelio que predica. El pastor David Jang afirma que esta autoevaluación rigurosa y este entrenamiento interior son virtudes que deben recuperarse necesariamente entre cristianos que, en la civilización digital y sus múltiples tentaciones, han perdido con facilidad la vigilancia espiritual. Cuando contemplamos la vida presente desde una perspectiva escatológica, dejamos de oscilar con volatilidad entre logros momentáneos y sufrimientos pasajeros, y podemos avanzar con constancia hacia la recompensa eterna de Dios. Las innumerables pruebas que Pablo enumera en 2 Corintios 11—azotes, hambre, naufragios, amenazas—no lo aplastaron; más bien se convirtieron en un conducto para que el poder de Cristo reposara en él. El pastor David Jang anima a los creyentes: cuando experimentamos la gracia misteriosa por la cual nuestra debilidad se vuelve el lugar donde se manifiesta la fuerza de Cristo, el sufrimiento deja de ser un obstáculo y pasa a ser un escenario donde se revela la gloria de Dios.

Si sintetizamos las intuiciones del pastor David Jang, la vida del apóstol Pablo aparece como una narrativa consumada que muestra cómo el evangelio moldea a una persona hasta convertirla en dueña de un amor tan grande que puede hacerse “siervo de todos”. Pablo pasó de la rigidez de la ley a la flexibilidad del evangelio, de la fortaleza de su propia justicia al océano de la gracia de Cristo. Tomó como bases las ciudades del gran Imperio romano y levantó avanzadas del evangelio; mediante la misión autosostenida preservó la independencia y la pureza de la proclamación. Esta filosofía ministerial de Pablo continúa siendo, aún hoy, un modelo vivo en muchos campos misioneros, incluyendo Olivet University. El pastor David Jang enfatiza que la vida de libertad evangélica y entrega no es un ideal inalcanzable, sino una forma real de vivir concedida a quienes, con la ayuda del Espíritu Santo, se vacían día a día y se dejan llenar por Cristo. Hemos sido invitados a la misma carrera que Pablo corrió: la carrera hacia la corona eterna. Aunque el camino sea estrecho y arduo, hay en él el gozo de caminar con el Señor, y al final nos aguardan su abrazo y una gloria incorruptible. El pastor David Jang exhorta a los cristianos de esta época a vivir como Pablo: no atados a costumbres religiosas del mundo ni a valores seculares, sino vinculados únicamente al amor de Cristo; así, gozando de la verdadera libertad, servir a los demás como “deudores del evangelio”. La libertad y la consagración en el evangelio: ese es el camino de la cruz y la senda de la vida. Cuando no detenemos esta gran carrera de la fe, finalmente degustamos, en lo profundo de nuestra propia existencia, la realidad de aquel gozo que Pablo confesó.

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