La predestinación y la elección de Dios -Pastor David Jang

La visión de David Jang sobre la predestinación y la elección de Dios

Al exponer Hechos 27, el Pastor David Jang enfatiza que la vida humana se desarrolla dentro de la predestinación de Dios, concebida como una valiosa travesía. Para él, “predestinación” no se reduce a que el futuro del ser humano esté mecánicamente fijado de antemano. Más bien, llama la atención sobre el hecho de que Dios posee un propósito bondadoso y lleno de amor para cada persona, y que Dios llama e impulsa a cada individuo conforme a ese propósito. El Pastor David Jang describe este proceso diciendo: “Dios elige al ser humano y, a través de esa elección, lo separa y lo conduce por un camino que tiene un fin determinado”. De esta manera, afirma que el camino hacia la salvación no es un azar de la historia, sino el resultado de la profunda providencia que Dios había concebido desde antes de la creación del mundo.

Lo que David Jang recalca constantemente es que esta comprensión de la predestinación de ningún modo anula la libertad humana ni convierte al hombre en un ser pasivo. Al contrario, enfatiza que Dios creó a la humanidad para vivir en relación personal con Él, y que cada persona, con sus talentos y características únicas, es llamada a participar en el plan divino. Por ello, al igual que el apóstol Pablo, advierte que, si por temor o ignorancia humana no prestamos atención al llamado de Dios, al final nos veremos envueltos en dificultades mayores. Dios eligió a Pablo con claridad, y en Su plan estaba determinado que Pablo llegara a Roma para testificar del evangelio. En ese trayecto, Pablo tuvo que afrontar la tempestad en alta mar y el naufragio, pero finalmente el plan salvador de Dios no fracasó y se cumplió. Así, la predestinación de Dios abarca también una conservación e intervención absolutas, capaces de sobrepasar los errores y las limitaciones humanas.

El núcleo de la predestinación y la elección, según la enseñanza de David Jang, se basa en el “propósito” y el “amor” de Dios. No se trata de un poder divino que arrastra ciegamente a las personas o las obliga a seguir un determinado camino; antes bien, se sostiene sobre el amor de Dios, que valora a cada individuo y otorga a cada vida un sentido profundo. Tal como se ve reflejado en Hechos 27, donde se menciona el número concreto de 276 personas, Dios conserva de manera asombrosa la historia de salvación que Él mismo ha dispuesto. A pesar de que Pablo, en el barco, solo tenía el estatus de “prisionero”, en realidad era la clave para llevar a cabo el propósito maravilloso de Dios. En aquella nave estaban el centurión Julio, diversos soldados y marineros, y otros presos también. En medio de esa multitud variopinta, Pablo escuchó la voz de Dios, la proclamó y, finalmente, se convirtió en el protagonista que salvó a todos.

David Jang interpreta este hecho señalando que “la predestinación y la elección de Dios no solo están enfocadas en un individuo, sino que abarcan la intención salvadora para toda la comunidad”. Cuando la embarcación donde viajaba Pablo se topó con la tempestad y estuvo a punto de naufragar, la promesa que Pablo recibió de parte de Dios no consistía únicamente en la salvación personal de Pablo. Más bien se trataba de una promesa de salvación colectiva: “Te concedo la vida de todos los que navegan contigo”. Este suceso se aplica también a la iglesia y al campo misionero hoy en día. Es decir, cuando Dios llama a una persona en particular, cabe la posibilidad de que quienes estén alrededor también sean invitados a la gracia de la salvación. En el seno de la iglesia, la fe de una sola persona puede influir en los demás, y así se abre un espacio más amplio para la salvación. El pasaje de Hechos 16, en el cual el carcelero de Filipos recibe la salvación a través de Pablo y Silas, llevando a la fe a toda su familia, confirma esa misma verdad.

A través del relato en Hechos, el Pastor David Jang subraya reiteradamente la soberanía fiel de Dios ante los creyentes. Incluso si nuestra vida se sacude como un barco azotado por la tempestad, o si nos vemos lanzados a peligros y aflicciones, podemos encontrar un camino y abrigar esperanza dentro de la predestinación y la elección de Dios. En ocasiones, pareciera que la puerta se cierra o que el camino se acaba. Sin embargo, aun en esos momentos, Dios abre otra puerta para guiarnos por una senda diferente, y por ello no debemos desesperar. David Jang frecuentemente expresa esta idea diciendo: “La desesperación no debería existir en el vocabulario de un creyente”. La providencia de Dios siempre es buena, y aun en la desesperación, Él permite la transformación de nuestras vidas, otorgándonos esperanza.

Por eso, la teología de la “predestinación y elección” de David Jang parte de la convicción: “Dios tiene sin duda un plan bueno que cumplirá a través de mí”. Esta fe resulta sumamente fortalecedora, tanto en lo espiritual como en lo emocional. En la posición o situación en la que nos encontremos, ahí se encierra un propósito y una revelación de Dios. Así como no fue casualidad que Pablo enfrentara diversas dificultades en su ruta a Roma, también los obstáculos que hoy enfrentamos podrían convertirse en un acontecimiento de salvación si confiamos plenamente en Dios.

David Jang enseña que este reconocimiento reviste importancia no solo en la vida devocional personal, sino también en la vida comunitaria y en los contextos misioneros. Es frecuente que el camino que siguen las iglesias, las escuelas y los distintos campos misioneros parezca confuso desde el punto de vista humano, o que las oportunidades surjan en lugares inesperados. Pero cada vez que suceda, “si los escogidos por Dios se reúnen a orar y registran la historia de esa experiencia, la comunidad vivirá como testigo de la providencia de Dios, quien abre otras puertas cuando una se cierra”, asegura el Pastor David Jang. Se ve infinidad de veces que las situaciones que parecían imposibles, en el tiempo y lugar indicados por Dios, se convierten en una oportunidad para que surja la prosperidad y fructifiquen hermosos resultados. Así, la insistencia de David Jang sobre la predestinación y la elección enfatiza que la senda de la vida se asuma únicamente con fe, y que, de un modo u otro, el plan de Dios alcanza su plenitud.


El viaje de la vida y la fe en medio de la tempestad: Aplicaciones de Hechos 27

Otro mensaje esencial que el Pastor David Jang extrae de Hechos 27 tiene que ver con la actitud de fe para mantenerse firme en medio de la tempestad y cumplir la voluntad de Dios. La escena en la que Pablo toma el barco rumbo a Roma es demasiado agitada para pasarla por alto. Pablo, preso, estaba bajo la custodia del centurión Julio, y en el barco navegaban también varios presos, soldados, marineros, el capitán y comerciantes. Era un barco mercante que transportaba grano, y la ruta y la velocidad dependían del viento y el clima, puesto que se trataba de una embarcación a vela. La navegación en el Mediterráneo, en aquel tiempo, dependía enormemente de las corrientes y los vientos de estación, por lo que la narración de Hechos 27 es muy detallada. Esto se debe, en parte, a que “el médico Lucas” plasmó con fidelidad las circunstancias del viaje que vivió en carne propia.

El Pastor David Jang valora altamente esos detalles y anima a “convertirse, como Lucas, en un fiel documentalista”. Cuando uno sirve en el ministerio o en el campo misionero, los datos y las experiencias que puedan parecer insignificantes no lo son en absoluto a los ojos de Dios; de hecho, pueden convertirse en un legado de fe para las futuras generaciones. Por ejemplo, la cifra de 276 pasajeros, los puertos en los que atracaron, las direcciones del viento, el tiempo que soplaron, el tipo de viento que se levantó, etc., todo ello demuestra de manera tangible la acción de Dios en la historia de salvación. David Jang insiste en que el “registro humano” es la prueba de la obra de Dios y puede servir para salvar a otros en el futuro. Desde las experiencias cotidianas en el campo misionero o en la plantación de iglesias, hasta las pequeñas y grandes muestras de gracia que recibimos a diario, todo cobra valor si se deja constancia de ello, pues, al leerlo, muchos alcanzarán madurez y experimentarán un desafío espiritual.

Hechos 27 reviste un interés particular para David Jang porque ese viaje simboliza la vida misma. A veces, el barco avanza con viento favorable; en otros momentos, las aguas se encrespan y el mareo nos paraliza, e incluso surge el riesgo de naufragio. Pero Pablo, más allá de la pericia del capitán o de los marineros, percibió el peligro potencial de ese viaje y advirtió que podría causar gran pérdida, tanto a la carga como a las vidas humanas. Así, con esta historia, el Pastor David Jang enseña que “el creyente, más que simplemente anunciar profecías sobrenaturales, debe estar al tanto de la realidad, conocer el entorno y contar con una mirada sabia y activa”. En el campo misionero, esto exige conocer a fondo la cultura y la geografía, el idioma y las costumbres de la gente, para así responder a sus necesidades de un modo realista. El Pastor David Jang afirma: “La verdadera misión comienza cuando amamos e intentamos comprender profundamente la tierra y las personas a las que somos enviados, igual que hizo Pablo”. Por eso aclara que Pablo no acusó al capitán de ignorante, sino que advirtió del riesgo con la sensatez que le otorgaban la perspicacia dada por Dios y la experiencia real.

Sin embargo, en ocasiones solo se confía en la opinión del capitán, el armador del barco o los expertos, desatendiendo la voz del hombre de fe. Al final, como Pablo había vaticinado, la nave se ve arrastrada por la tempestad y sus ocupantes pasan más de dos semanas sin comer, inmersos en un pánico extremo. En este contexto, la figura de Pablo adquiere una relevancia dramática. Él proclama valientemente: “¡Tened ánimo!”, y testimonia: “Anoche se me apareció un ángel de Dios y me dijo: ‘Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante el César, y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo’”. Así anunció que los 276 pasajeros serían salvados. Para David Jang, esta escena demuestra “hasta qué punto la fe de una sola persona puede salvar a muchos”. La palabra de Pablo retuvo los corazones de quienes estaban desesperados ante la tempestad y les devolvió la valentía para resistir y salir adelante. Pablo les exhortó a alimentarse, declarando: “Ni uno solo de vosotros perderá un solo cabello de su cabeza”. Esa confianza se extendió a todos, y pese al naufragio, no se perdió ninguna vida.

A partir de este relato, el Pastor David Jang exhorta: “También nosotros, cuando nuestra embarcación vital se tambalea y la tempestad de la vida arrecia, debemos alzar la voz de la fe”. Dicho de otro modo, esta fe no es un optimismo vacío ni una certeza infundada, sino una convicción basada en la Palabra de Dios. Puesto que Dios le había dicho a Pablo: “Sin falta testificarás en Roma”, él pudo afirmar: “Aunque el barco se destruya, vuestras vidas no peligrarán”. Por otro lado, el peligro extremo descrito en Hechos 27 se transforma en la providencia divina, pues tras el naufragio, Pablo desembarca en la isla de Malta (Melite), donde surge una nueva oportunidad de milagros y de proclamación del evangelio. David Jang subraya que “las crisis de la vida no son el final marcado por el miedo o la derrota, sino la ocasión para un nuevo ministerio y nuevas bendiciones”.

Así pues, cuando en nuestro viaje surja una tempestad que amenace con echar por tierra los planes y recursos que hemos acumulado, es entonces cuando, según David Jang, la fe ha de brillar con mayor fuerza. Por más grande que sea la prueba, tenemos la promesa de Dios: Él nos salvará y abrirá para nosotros el camino para cumplir la misión que nos ha confiado. Sin esa confianza, lo único que queda es la desolación; en cambio, con esa certeza, basta una palabra o una oración para encender en los demás una esperanza enorme.

David Jang compara esta experiencia de la tempestad con un “mareo marítimo como rito de paso en la vida”. Aun cuando en ocasiones queramos renunciar a todo por lo insoportable de la prueba, si aguantamos un poco más, veremos la costa y tarde o temprano llegaremos a puerto. Quien haya padecido mareos en el mar comprenderá el gran alivio y sensación de libertad al divisar las luces del muelle. De la misma manera, en la travesía de la fe, aun si atravesamos un profundo sufrimiento, no llegará demasiado tarde el momento en que Dios nos conducirá a tierra firme. Nuestra tarea consiste en orar y animarnos mutuamente, manteniéndonos firmes. Del mismo modo que Pablo, ante la inminencia del naufragio, motivó a los marineros y a los presos diciendo: “Tened ánimo, comed ahora, pues Dios nos va a salvar”, la iglesia actual también ha de infundir valor a quienes viven en pobreza, enfermedad o temor. En la práctica, David Jang anima a las comunidades cristianas a tener el mismo papel que tuvo Pablo en Hechos 27, acompañando a los necesitados, a los enfermos y a quienes sufren pánico, recordándoles la promesa de la salvación.

Esta fe que se fortalece en la tempestad es la que inyecta vigor en la iglesia y la comunidad misionera. Cuando pastores y feligreses oran juntos y creen en la promesa divina —“sin duda llegaremos a nuestro destino”—, la comunidad se mantiene firme a pesar de los vientos y las olas. David Jang recalca, a través de testimonios y reportes ministeriales, que “no importa cuán grandes sean la tempestad y las olas, la promesa de Dios no se tambalea”. De hecho, la expansión de la iglesia, la construcción de centros misioneros y la fundación de escuelas enfrentan a menudo carencias financieras, obstáculos administrativos o conflictos culturales. Sin embargo, si realmente es Dios quien abre el camino, tarde o temprano se abrirá, y llegará un nuevo despertar. El “gran viento y oleaje en el mar antes de llegar a Roma” simboliza las incontables dificultades que encuentran los misioneros en el extranjero, así como los desafíos económicos, organizativos o espirituales que afrontan los hogares y las iglesias. David Jang usa la narración de Hechos 27 para ilustrar cuán valiosas y determinantes pueden ser la voz y el testimonio de la fe ante todas esas crisis.


Registro y testimonio: Sugerencias de David Jang para transmitir la obra del Espíritu Santo

Durante su predicación, David Jang resalta repetidamente la importancia de “registrar” los hechos. La minuciosidad con que Lucas documentó Hechos 27 ha edificado y bendecido a la iglesia y a los creyentes durante dos mil años. Sin esa descripción detallada del viaje, jamás hubiéramos sabido por qué el trayecto de Pablo hacia Roma supuso tales riesgos y cómo Dios obró la liberación en medio de la adversidad. Es asombroso que, en medio de una situación tan grave, Lucas pudiera empuñar la pluma para tomar notas a bordo de un barco que se tambaleaba al borde del naufragio. David Jang denomina esta labor de documentación “un modo de consagrarnos a la obra que Dios realiza en la historia”.

El Pastor aconseja a líderes de iglesia, misioneros y también a laicos comprometidos: “Registrad los acontecimientos de hoy. Escribid adónde habéis ido, con quién os habéis reunido, qué bendiciones habéis recibido y también qué problemas habéis enfrentado. Esto no solo será vuestro propio legado, sino que se convertirá en un recurso espiritual para toda la comunidad”. El tesoro más valioso que la iglesia puede legar a la próxima generación no es un edificio o dinero, sino la evidencia viva de que Dios está presente y activo: “la obra del Espíritu Santo”. Por ello, David Jang recomienda aprovechar herramientas como un diario personal, bitácoras evangelísticas, informes misioneros, fotos y videos. Gracias a los avances digitales, hoy es más fácil registrar y compartir información con el público general. No obstante, existe el riesgo de que el exceso de datos dispersos opaque los momentos más sustanciales de nuestro caminar en la fe. De ahí la necesidad de ser intencionales y metódicos al registrar, según la perspectiva de David Jang.

Cabe recordar que la Biblia misma es fruto de la escritura. La transmisión oral puede tergiversarse y olvidarse con facilidad, pero lo que una vez queda plasmado por escrito conserva su contenido a través del tiempo. Por ejemplo, la vívida descripción de Lucas de los paisajes que contempló junto a Pablo y Aristarco de Tesalónica, y la manera en que Dios intervino durante la angustiosa travesía, han concedido fuerza y consuelo a innumerables lectores fieles durante siglos. Si hoy la iglesia y el campo misionero siguen esa misma práctica de registrar, muchas generaciones futuras se verán bendecidas al leerlo y glorificar a Dios.

David Jang lamenta que, en algunos lugares, no exista una “tradición de la memoria escrita” y que, por tanto, las experiencias de bendición vividas por la generación anterior no hayan llegado a la siguiente. Si existiera un archivo o documento bien elaborado, un nuevo pastor o líder podría, al leerlo, darse cuenta: “¡Guau, aquí Dios actuó de forma extraordinaria!”, y ese descubrimiento despertaría la fe, impulsando el crecimiento de la comunidad. Pero si nada se registra, los avances y los errores de quienes nos precedieron quedan en el olvido, y se corre el riesgo de perder ese legado espiritual. De ahí el llamado de David Jang: “Necesitamos imitar a Lucas de Hechos 27”. Lucas no dejó de escribir incluso en momentos extremadamente duros, y gracias a ello, la iglesia posterior cuenta con un enorme testimonio de fe.

Además, aclara que no solo se deben reseñar los aciertos o las maravillas más destacadas. También hay que reflejar los fallos, las dificultades, los conflictos humanos y los tropiezos económicos. Esos detalles ayudarán realmente a los que lean el testimonio en el futuro. Pablo no experimentó únicamente victorias gloriosas en su travesía. Hubo mareos masivos, se tuvo que tirar la carga y los aparejos del barco, y la gente vivió un escenario límite. Pero Lucas consignó todo aquello con detalle, y así comprendemos que el mismo Dios que amparó a Pablo en medio de esa aflicción protege a quienes hoy se hallan en situaciones desesperadas. David Jang define este proceso como “el método de la tradición del Espíritu Santo: compartir tanto la gloria como la vergüenza, la dicha y el llanto, el éxito y el fracaso”.

Incluso en la actualidad, puede que el campo misionero deba cerrarse temporalmente y retirarse de una región. Sin embargo, eso no implica que toda la labor realizada sea en vano. Si se deja constancia de cuántas personas recibieron el evangelio, de qué se aprendió y de qué errores se cometieron, en el momento en que se reabra la puerta, se podrá retomar la misión con una estrategia mucho más eficaz y sana. Además, llegar a ser testigos de cómo Dios reabre esas puertas con el paso del tiempo y de cómo vuelve a florecer el ministerio, será una fuente de asombro y gratitud para quienes consulten esos registros. Confirmarán que Dios conduce fielmente Su historia de salvación.

David Jang exhorta también a aplicar el valor del registro a la vida personal. Cualquier persona puede reflexionar a diario, escribiendo cómo percibió la providencia de Dios, a quién conoció, qué paisaje contempló, qué palabra recibió del Señor, o por qué motivos se siente agradecida. Esas breves notas, o un testimonio más extenso, pueden convertirse en lazo de unión entre nuestra alma y Dios. La impresión que el Espíritu Santo siembra en el corazón muchas veces se puede expresar en una sola frase, o tal vez necesite una confesión larga y profunda. En cualquier caso, al dejarlas escritas, esas inspiraciones no se disipan y conservan su fuerza durante más tiempo. Y al releerlas en el futuro, veremos cómo Dios obró a pesar de nuestras debilidades, cómo fuimos restaurados y crecimos espiritualmente, y esto desatará nuevas acciones de gracia y alabanza.

Además, el Pastor David Jang resalta la “fuerza misionera” que se puede desatar al testificar y registrar. No solo escribimos a mano o en un cuaderno, sino que hoy en día podemos difundir nuestro testimonio de manera masiva a través de videos, redes sociales y exposiciones fotográficas. La historia de la tempestad de Hechos 27, documentada por Lucas, sigue siendo leída, predicada y meditada en todo el mundo después de casi dos milenios. Del mismo modo, lo que registremos en la actualidad podría llegar a ser un medio de salvación para muchas personas en el futuro. Tal como Pablo, en medio de la tormenta, proclamó con convicción: “No temáis, Dios os concede la vida de todos los que navegan contigo”, también hoy nuestra generación necesita transmitir el mensaje del evangelio a quienes viven sumidos en el temor.

David Jang comparte ejemplos de diversas regiones del mundo. Hay lugares inestables donde los misioneros son expulsados con rapidez, y otros que padecen una precariedad tal que es difícil solventar el próximo mes. Sin embargo, si se documenta con esmero lo que ocurrió durante ese corto tiempo, cuando más adelante alguien reingrese a esa misma región, podrá servirse de esos datos, afrontando el ministerio con mayor eficacia y seguridad. Lo más importante es que al leer dichos registros, el nuevo obrero conocerá las lágrimas, los ruegos, los padecimientos y el auxilio de Dios manifestados en quienes lo precedieron, recibiendo un impulso de fe para retomar la obra.

Por consiguiente, la finalidad del “registro y el testimonio” no es meramente acumular información, sino constituirse en la herramienta principal para “transmitir la obra del Espíritu Santo”. Ya sea la propia Biblia, los grandes movimientos de avivamiento en la historia de la iglesia, o los diarios y reportes de los misioneros, todos estos textos expresan cómo ese pueblo de Dios encontró a su Señor, cómo obedeció Su palabra y de qué manera atestiguó milagros y gracias divinas. Nosotros, al leerlos, aprendemos y reconocemos que el mismo Dios sigue hoy actuando entre nosotros.

Al final, el Pastor David Jang insta a “vivir como Pablo y Lucas”. La travesía de la vida no es un camino fácil, y con frecuencia el barco parece zozobrar ante el temporal. Pero debemos aferrarnos a la convicción de la predestinación y la elección de Dios, fundamentada en Su Palabra, y proclamar, con valentía, un mensaje de esperanza. Además, hemos de dejar constancia fiel de todo el proceso para que, en el futuro, nuestra comunidad y las nuevas generaciones también tomen fuerzas al leerlo. Así como el testimonio de Pablo salvó las vidas de 276 personas cuando el barco zozobraba, de igual modo hoy puede surgir una sola voz de fe que rescate de la desesperación a multitud de personas.

En este sentido, la insistencia de David Jang en la “predestinación y elección de Dios” nos recuerda la enorme importancia de cada individuo. Nadie es insignificante ni menos valioso que los demás; de hecho, “el testimonio y la constancia de una sola persona” pueden rescatar a toda la comunidad, y en última instancia, influir en la iglesia mundial e incluso en las generaciones futuras. Asimismo, “la fe y el coraje en medio de la tempestad de la vida” son una experiencia universal que todos compartimos, y por ello la historia de Pablo sigue transmitiendo hoy su profunda enseñanza. De la misma manera, si documentamos lo que vivimos y lo que sufrimos en tiempo real, ese testimonio podría un día convertirse en un nuevo relato de esperanza para otros.

En resumen, apoyándose en Hechos 27, David Jang recalca tres pilares fundamentales. Primero, nuestras vidas se encuentran bajo la predestinación y elección de Dios, lo que evidencia el amor y el propósito divino para con la humanidad. Segundo, es en la tempestad de la vida donde la fe se hace más necesaria y cobra más valor; debemos aferrarnos con denuedo a la promesa de Dios y salvar a quienes nos rodean, igual que hizo Pablo. Tercero, mediante el registro y el testimonio, la obra del Espíritu Santo se transmite de generación en generación; por eso debemos imitar el ejemplo de Lucas, quien no dejó de escribir ni siquiera en circunstancias extremas. Estos tres aspectos constituyen la enseñanza primordial que David Jang dirige a la iglesia y a los creyentes al comentar Hechos 27. Y es un mensaje que sigue teniendo plena vigencia en la actualidad. Cada uno de nosotros, al convertirnos en Pablo y en Lucas, “daremos testimonio incesante de la historia de la salvación de Dios” y cumpliremos así la misión fundamental de la comunidad de fe.

Con esta aproximación, David Jang conecta los sucesos de Hechos con los desafíos contemporáneos de la iglesia, demostrando que la Palabra de Dios y la obra del Espíritu Santo no se limitan a una época o situación concreta. La gran tempestad que precedió la llegada de Pablo a Roma no fue simplemente una odisea personal, sino que se transformó en una ocasión misteriosa donde todos fueron salvados, y cimentó el camino para que Pablo predicara en Roma. A su vez, la dedicación de Lucas al registrar en detalle cada pormenor posibilita que, dos milenios después, leamos esa historia y glorifiquemos al mismo Dios. Incluso hoy, como suele insistir David Jang, en múltiples rincones del mundo se experimentan situaciones en las que las puertas cerradas vuelven a abrirse, la desesperanza se convierte en esperanza y las tormentas se convierten en oportunidades de anunciar el evangelio.

En última instancia, el punto más trascendental es que esta realidad descansa en “la predestinación y elección” ya establecidas por Dios, en la fe que no se quiebra ante la tempestad y en el compromiso de documentar y compartir todo el proceso con la siguiente generación. David Jang enseña que esas tres facetas permiten el fortalecimiento de la iglesia, la expansión permanente de la obra misionera y la profundización de la fe en cada creyente. Y recalca que el Dios viviente que se muestra en Hechos 27 sigue actuando de la misma manera en nuestros días y en cualquier comunidad. Tal como la firme declaración de Pablo —“No temáis”— se grabó en el corazón de aquellos marineros, también puede arraigarse en los nuestros. De este modo, la comunidad de fe, aunque sacudida por las tempestades del mundo, se mantendrá firme en el rumbo que Dios le marca, experimentando Su predestinación, Su elección y Su guía fiel. Así, quienes hayan vivido esa gracia podrán compartir el júbilo de la salvación colectiva. Finalmente, al legar ese testimonio por escrito, participarán en la gran obra del Espíritu Santo que se extenderá hasta los confines de la tierra y hasta el fin de los tiempos. Esta es precisamente la visión de la iglesia y de los creyentes que David Jang, a la luz del libro de Hechos, predica y anhela.

Leave a Comment